jueves, 11 de julio de 2019

12. Homofobia paterna y las primeras fiestas

Juan ya tenía 16 años, tenía pocas amigas de barrio, la familia Guerrero intentaban que conozca chicas a través de las fiestas del deporte barrial, donde los hermanos de Juan vacilaban chicas por montón, en especial Gerardo que cortejaba a muchas reinas de las ligas barriales, el padre siempre comparó a los hermanos para hacerle sentir mal a Juan. Sin embargo el adolescente aparte de detestar esas actitudes machistas tuvo que dejarle en claro a mas de una que no le interesaba amoríos con nadie. Su circulo social eran sus compañeros del colegio masculino Don Bosco, donde se revistió del carisma misionero para anular su sexualidad. El ignorante Señor Guerrero llegó a reclamar en reunión de padres de familia que su hije estaba con “actitudes raras” esto provocó la burla masiva del alumnado. Juan no había aceptado su sexualidad pero luego de esa reunión su padre lo saco del closet, fue algo de dominio público, como decían entre bromas de mal gusto “gay no por decisión sino por mayoría de votos”. Sin embargo Juan seguía negándolo todo.
Aparte de la homofobia paterna, Juan junto a su madrastra Cumi, tenían que aguantar todos los fines de semana, noches enteras de fiestas en casas barriales hasta que les boten del lugar al final del evento, en medio del frio, violencia típica de alcohólicos, y el nerviosismo constante de Juan ante los sensuales bailes de los deportistas y que su mirada no lo delate. Eran eternas y tormentosas noches de espera, que siempre continuaban en casa entre ruido, insultos y algunas veces violencia física por parte del Señor Guerrero.
Pero no todas las fiestas eran feas, Cumi y el Señor Guerrero tenían una porción de amigues, descendientes de las familias autóctonas del centro histórico de Quito, acostumbraban hacer fiestas retro privadas con rock clásico, luces y cueros por doquier, todo lo que le gustaba a Juan desde la infancia en aquellos mini shows junto a sus primes (Cap. 1 Ep. 8). Entre cierto nivel social acomodado el licor había de sobra y también una que otra sustancia que en aquel entonces Juan desconocía y temia, pero que el Señor Guerrero disfrutaba al punto de la inconciencia, terminaba dormido en algún rincón. Esto hacia posible el disfrute de Juan y Cumi junto al resto de fiesteros hasta que el amanecer les sorprendía, las primeras veces en la adolescencia que Juan se permitió expresar sus gestos sin miedo y bailar aunque nada sensual sino como niñe inocente.



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